martes, 24 de diciembre de 2013

TOMA DE DECISIONES EN LA GESTIÓN DEL DESPACHO JUDICIAL Y FISCAL[1]


TOMA DE DECISIONES EN LA GESTIÓN DEL DESPACHO JUDICIAL Y FISCAL

Sumario: 1. Breve introducción. 2. Toma de decisiones. 3. Perjuicios y errores en la toma de decisiones. 4. El principio de reconstrucción y los árboles de decisión. 5. Asunción de responsabilidad en la toma de decisiones. 6. Las etapas de la toma de decisiones. 7. A manera de conclusión.

1. BREVE INTRODUCCIÓN

La Toma de decisiones es un tema de influencia en la gestión del despacho judicial y fiscal. El desarrollo adecuado de dicho concepto y su concreción con las competencias específicas en la práctica de la gestión pública, dice relación con el ideal que se quiere en la gestión del despacho en la magistratura. Se trata de una variable común en el Poder Judicial y en el Ministerio Público que si no se aplica desde una lógica gerencial innovadora, puede dificultar el logro de los objetivos y los resultados del sistema. Es así que, en los procesos de cambio y modernización de las organizaciones judiciales deben destacarse programas o cursos de acción que tengan como base toma de decisiones que tiendan a la eficacia, a la eficiencia y a los resultados.

No cabe duda que vivimos en un tiempo propicio para modernizar nuestro sistema de justicia a través del desarrollo estratégico de la gestión en la toma de decisiones -entre otros que se encuentran en la “caja de herramientas” de la magistratura- que haga de la justicia un producto que responda satisfactoriamente a las justas expectativas de los usuarios que hoy componen un entorno social cada vez más exigente. Es este aspecto fundamental que se necesita para lograr un alto nivel de producción y productividad en la gestión; sin embargo, su aplicabilidad importa un desarrollo orientado hacia los colaboradores, pues de lograrse los objetivos institucionales y del despacho sin tener en cuenta la problemática integral del personal, estaremos hablando de objetivos y resultados pírricos que no dicen relación con la motivación y el clima organizacional positivo que se necesita en toda organización que se precie de hacer una gestión de políticas públicas inteligente.         


2. TOMA DE DECISIONES 

¿Debo casarme ahora o esperar un poco más? ¿Vendo mi auto o no lo vendo? ¿Autorizo o no una detención preliminar? ¿Acuso o no acuso? Las interrogantes expuestas ilustran el hecho de que si bien las decisiones son necesarias en la vida cotidiana, también es cierto que cumplen una función vital en el desempeño de las personas de todos los niveles de las organizaciones públicas y privadas, incluidas por cierto las decisiones en la magistratura.           

Hammond, Keeney y Raiffa advierten que las decisiones realmente importantes que se le van a presentar en la vida son difíciles y complejas y no se les ve una solución fácil u obvia. Probablemente no lo afectan solamente a usted sino también a su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo y muchos otros, conocidos y desconocidos. Tomar buenas decisiones es, pues, uno de los principales determinantes de cómo cumple un individuo con sus responsabilidades y alcanza las metas profesionales que persigue.

En suma: la capacidad de tomar decisiones afortunadas es una destreza fundamental en la vida.

La mayoría de las personas, sin embargo, tienen miedo de tomar decisiones difíciles. En éstas es mucho lo que está en juego y las consecuencias son serias; requieren muchas y complejas consideraciones; y están expuestas al juicio de los demás. La necesidad de tomar una determinación difícil  nos acarrea  el riesgo de ansiedad, confusión, duda, error, arrepentimiento, vergüenza, pérdida. Es natural que nos cueste trabajo decidirnos. Durante el proceso de tomar una decisión importante sufrimos alternativamente períodos de excesiva desconfianza y excesivo optimismo, de desidia, de vacilaciones, hasta de desesperación. El malestar que sentimos nos induce muchas veces a tomar decisiones apresuradas, o muy lentas o muy arbitrarias. O jugamos la decisión a cara o sello con una moneda, o dejamos que otra persona la tome por nosotros. El resultado es una elección mediocre cuyo buen éxito depende del azar. Sólo después comprendemos que habríamos podido hacer una elección muchísimo mejor, pero ya es tarde.[2]

3. Prejuicios y errores en la toma de decisiones

¿Le ha pasado alguna vez que viendo un partido de fútbol, le parece que tomaría mejores decisiones si usted fuera el árbitro? ¿Es posible que el juez ante un conflicto penal no se incline por la duda que favorezca al reo y decida negando la incertidumbre, simplemente por presión social?  ¿Alguna vez ante la decisión de un fiscal, de acusar o no a un sujeto, habrá dicho usted que en su lugar habría tomado una mejor decisión? En estos casos estamos ante prejuicios, errores, sesgos o defectos puntuales que impiden tomar la mejor decisión que apunte a la resolución del problema detectado.    

Existen diversos prejuicios y errores que dificultan el manejo de la información para la toma de decisiones y que dicen relación con la práctica en la magistratura. Uno de ellos es la representatividad que guarda estrecha relación con el trabajo que realiza el magistrado y que ha sido poco trabajado por los juristas especializados en el tema de gestión. NIEVA FENOLL lo denomina principio y enseña que consiste fundamentalmente en comparar la determinación que se va a adoptar con otras situaciones similares en las que se haya tomado una decisión parecida. Ciertamente, cuando un juez busca jurisprudencia que fundamenta su opinión o recurre a su propia experiencia previa en casos similares, está haciendo uso de este principio.[3] Sin embargo, el juez o el fiscal pueden extralimitarse en el uso de la representatividad cayendo en error al ver situaciones idénticas donde no las hay.

Un juez a quien le han solicitado en el último mes 30 órdenes de alejamiento en supuestos de violencia de género, y ha visto incumplidas 25 de ellas, tenderá a decretar la prisión en los siguientes supuestos que se le planteen, porque la representatividad le dará la falsa imagen  de que la orden de alejamiento nunca es eficaz. Sin embargo, lo normal es que en el siguiente mes el porcentaje de incumplimientos disminuya, acercándose a la media.[4]

Ahora bien, según los cálculos de probabilidad, cuando ocurre un último suceso en el que hemos acertado, aumenta la probabilidad de que fallemos el siguiente, y cuando lo habíamos fallado, aumenta la probabilidad de que el siguiente fuese acertado. Esto nos enseña en que no debemos caer en el error de la representatividad extrema, porque lo que podría ser un principio puede transformarse, obviamente, por el mal uso, en un error o prejuicio que puede afectar la toma de decisiones y los resultados.

Otro error, siguiendo a NIEVA FENOLL, en el que se incurre al tomar decisiones es el de la presión social: Minimizando la posibilidad de utilidad subjetiva, es posible que ante el planteamiento de un problema, el sujeto no se incline por la incertidumbre, sino que acabe decidiéndose por la solución arriesgada, minimizando el peligro, simplemente por presión social. Es lo que sucede cuando un árbitro de fútbol decide no suspender un partido por causa de lluvia. El riesgo de lesiones, incluidas las propias, es enorme. Pero ante el previsible enfado del público, de los periodistas, titulares de medios de comunicación y órganos directivos de la competición, es bastante probable que decida asumir el riesgo.[5]

El juez o fiscal no podría ejercer sus funciones con probidad teniendo como factor decisorio fundamental al prejuicio de la presión social y decidirse por una condena o una absolución, en caso del juez,  o una formalización o un archivo de denuncia sobre la base de la presión de los medios de comunicación, en caso del fiscal, si tenemos que citar algunos ejemplos.     

Ahora bien, trasladando el tema a las ciencias de la administración, que es donde la materia de estudio se focaliza más, tenemos que ROBBINS Y COULTER apuntan que cuando los que deciden piensan que saben más de lo que en realidad saben o tienen opiniones exageradamente positivas de ellos mismos y su desempeño, exhiben el error de exceso de confianza. El error de satisfacción inmediata es el de los gerentes que buscan los beneficios instantáneos y evitan los costos inmediatos. Para estas personas, las opciones que tienen resultados rápidos son más atractivas que otras. El efecto del ancla ocurre cuando los que deciden se quedan fijados en la información inicial como punto de partida y no se adaptan a la información siguiente. Las primeras impresiones, ideas, precios y estimaciones adquieren un peso injustificado en relación con la información que reciben más adelante. Cuando los gerentes organizan selectivamente e interpretan los acontecimientos de acuerdo con sus impresiones tergiversadas, muestran un prejuicio de percepción selectiva, lo que influye en qué información consideran, qué problemas identifican y qué alternativas definen. Los gerentes que buscan información que reafirma sus elecciones anteriores e ignoran la que contradice sus juicios exhiben un prejuicio de confirmación. Estas personas aceptan sin más la información que confirma sus ideas preconcebidas, y se muestran críticos y escépticos de la información que arroja dudas sobre esas ideas. El error de la contextualización ocurre cuando los que deciden eligen y subrayan ciertos aspectos de una situación al tiempo que excluyen otros. Al llamar la atención sobre aspectos específicos de una situación y recalcarlos, mientras que a la vez desestiman u omiten otros aspectos, distorsionan lo que ven y crean puntos de referencia incorrectos. El prejuicio de la disponibilidad ocurre cuando quienes deciden recuerdan los acontecimientos más recientes y que estén más frescos en su memoria. ¿El resultado? Se altera su capacidad de recordar objetivamente y hacen estimaciones y  juicios distorsionados. Cuando los que deciden evalúan la probabilidad de que ocurra un suceso de acuerdo con sus semejanzas con otros sucesos, cometen el error de la representación. Los gerentes que incurren en este error trazan analogías y ven situaciones idénticas donde no las hay. El error de la casualidad ocurre cuando los gerentes tratan de imponerle un significado a sucesos casuales.  Lo hacen porque tiene dificultades para manejar el azar, aunque a todos les ocurren sucesos aleatorios y no se puede hacer nada para pronosticarlos. El error de los costos incurridos se da cuando quienes deciden se olvidan de que las decisiones actuales no corrigen las anteriores. Se fijan incorrectamente en las inversiones anteriores de tiempo, dinero y esfuerzo para evaluar las opciones, en vez de considerar las repercusiones. En lugar de ignorar los costos incurridos, no pueden olvidarlos. Los que toman las decisiones que se apresuran para asignarse el mérito por sus éxitos y culpar de sus fracasos a factores externos exhiben el prejuicio egoísta. Por último, el error de la percepción retrospectiva es la tendencia de los gerentes a creer falsamente, después de conocer el resultado, que lo habrían pronosticado con buen tino.[6]     





4. El principio de reconstrucción y los árboles de decisión

Este principio consiste en mirar hacia adelante y razonar hacia atrás, lo que puede ayudarnos a minimizar los riesgos y a anticiparnos el resultado final de nuestra decisión. En realidad estamos ante una poderosa estrategia que podríamos homologar al dios Jano de la mitología romana – cabeza con dos rostros, uno que miraba hacia delante y otro que miraba hacia atrás - que tiende a influir en las decisiones que se toman en la gestión de la magistratura. Así, los jueces y fiscales en el ejercicio de sus funciones necesitan diseñar y poner en práctica un comportamiento estratégico antes de tomar una decisión, previendo o anticipándose a las respuestas futuras de los destinatarios de la decisión. 

No podemos pensar ciegamente que cuando emitimos una sentencia o un dictamen lo demás va a permanecer inalterado, porque conforme nos enseña la física “toda acción implica una reacción”. Habrá un recurso impugnativo o una remisión de copias a control interno o un comentario negativo de los medios de comunicación social, pero siempre en las decisiones trascendentes, por su naturaleza dialéctica, alguna reacción habrá.     

Los árboles de decisión tienen relación con el principio de reconstrucción y nos pueden ayudar a elegir entre varias alternativas la que mejor se adecua a la obtención de los resultados esperados. Lo que implica prever cuáles van a ser las decisiones futuras y retrotraerlas para tomar las decisiones iniciales. Estos árboles se construyen elaborando un diagrama e imaginándonos cómo pensarían los destinatarios de nuestra decisión si optáramos por una u otra alternativa.     

El cuento de Charlie Brown puede ilustrarnos en forma sencilla sobre el particular. Lucy formula su invitación a Charlie para que este chute la pelota. Charlie se enfrenta a la decisión de aceptar o no. Si Charlie rechaza la invitación se acaba el juego. Si la acepta, Lucy puede elegir entre dejar que Charlie chute y quitar la pelota. Esto se puede representar haciendo una bifurcación al diagrama. Charlie debería prever  que Lucy va a elegir la rama de arriba. Por consiguiente, debería podar, por así decirlo, la rama inferior del árbol de alternativas de Lucy. Ahora, si Charlie elige de entre sus opciones la rama superior, ésta le conducirá directamente a una desagradable caída. Por tanto, su mejor opción es elegir su rama inferior[7]




Ya dentro de la gestión judicial o fiscal podríamos construir estos árboles de decisión más complejos pues el caso que hemos presentado es sencillamente para fines ilustrativos. En efecto, debemos señalar, que el principio de reconstrucción y los árboles de decisión no constituyen métodos para dar respuestas correctas y únicas a los magistrados respecto a cómo solucionar los problemas jurisdiccionales y de gestión que impliquen desarrollos estratégicos y que suplan la intuición y la experticia, pero es evidente que sí ayudan a estructurar un proceso ordenado en la toma de decisiones estratégicas que minimiza riesgos e incertidumbres, y sobre todo, optimiza los resultados de la organización y del Despacho.

5. Asunción de responsabilidad en la toma de decisiones 

A veces por partir de premisas falsas tomamos decisiones equivocadas. Es cierto, al tomar decisiones en  el ejercicio de la función judicial o fiscal nos podemos equivocar. Avalar una detención preliminar sin fundamentos jurídicos que respalden la medida cautelar lleva implícita una responsabilidad que debe ser asumida por el magistrado: ¡Sí, fui yo! Esta debe ser la respuesta cuando alguien quiere saber quien es el responsable de una decisión cuestionada. Lo que no se debe aceptar es que la irresponsabilidad del magistrado lo lleve a negar el cuestionamiento respondiendo: ¡No fui yo! ¡Fueron razones o circunstancias de sobrecarga laboral y de falta de personal lo que nos hizo tomar esa decisión! En este caso, el juez o fiscal no debe adjudicar la responsabilidad de sus decisiones a su personal o a terceros. Es él quien debe asumir dicha responsabilidad, aunque todos hayan participado en la toma de decisión. Es simple cuestión de liderazgo.

FERNANDO SAVATER, catedrático de filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, sobre el particular escribe: si en cambio se busca al responsable de algo para darle una medalla o un premio, en seguida proclamamos “he sido yo” con el mayor de los orgullos. Es infrecuente  que alguien diga que no fue él sino sólo las circunstancias o la casualidad cuando lo que se le atribuye es un acto heroico o un invento genial…Otra forma de irresponsabilidad, y la más extendida, es la burocrática. Es característica de las instituciones administrativas y gubernamentales en las que nadie da nunca la cara por nada de lo que se hace o no se hace: siempre el encargado es otro, el papel vino de la oficina de arriba, eso se tramita en otro negociado, son los superiores los que decidieron (pero nunca se sabe qué superiores) o los subordinados los que entendieron mal.[8]   

 6. Las etapas de la toma de decisiones

6.1. Identificar el problema

Es la primera etapa de la toma de decisiones que implica verificar la existencia de un problema que generalmente no tiene una sola solución o respuesta correcta. El magistrado debe reconocer que el problema existe; es decir, reconoce la discrepancia entre la situación actual (la sobresaturación de expedientes y/o denuncias o la mala imagen del Despacho) y la situación deseada (la forma en que debería encontrarse dicho Despacho). Ejemplifiquemos con el siguiente caso. Juan es juez de paz letrado y es ascendido a juez especializado reemplazando a un juez que fue sancionado y cesado en el cargo por corrupción. En el nuevo Despacho hay una excesiva carga procesal y cunde la mala fama. ¿Qué decisión debe tomar? ¿Tiene los recursos suficientes para actuar? ¿Qué debe hacer para mejorar la imagen? Son las primeras preguntas que debe hacerse Juan para identificar, diagnosticar y solucionar el problema.

Pero hay que tener sumo cuidado para la identificación del problema y su diagnóstico porque pueden existir equivocaciones y por tanto obtendremos soluciones equivocadas. Hay que ser concientes de las discrepancias y hay que saber detectarlas. BATEMAN Y SNELL puntualizan que tales discrepancias, en el comportamiento organizacional o departamental, pueden detectarse comparando el desempeño actual con 1) el desempeño pasado, 2) el comportamiento actual de otras organizaciones o departamentos, o 3) el desempeño esperado futuro, como está determinado en los planes y en los pronósticos.[9]

Los problemas de decisión por algo se llaman “problemas”. Al fin y al cabo, rara vez tomamos decisiones sólo por diversión. Las tomamos porque tenemos que habérnoslas con las circunstancias difíciles o complicadas. Estamos perplejos, estamos en dificultades y necesitamos encontrar una salida. Pero los problemas no siempre son malos. En efecto, si el problema se plantea en forma creativa, se puede transformar por lo general en una oportunidad, abriendo nuevas alternativas útiles y atractivas. Como decía Albert Einstein, “En medio de las dificultades está la oportunidad”. Por mala que parezca una situación, pregúntese: ¿Qué puedo ganar de esa situación? ¿Cuáles son aquí las oportunidades?[10]
      
6.2. Identificar los objetivos

Luego de haber formulado el problema debemos pensar en nuestros objetivos. ¿Qué es lo que realmente queremos? ¿Hacia dónde queremos llegar? ¿Cuántas sentencias o dictámenes debemos producir en el año? ¿Por la calidad de nuestras sentencias o dictámenes queremos estar entre los mejores despachos del distrito judicial? Como es lógico, si los objetivos son claros y alcanzables, la decisión que tomemos será una decisión afortunada.    

Los objetivos vienen a ser los criterios de decisión que sirven para resolver el problema. No obstante, como apuntan Hammond, Keeney y Raiffa, los objetivos son muy personales pero no tienen porqué ser egoístas. Según sea la decisión, los objetivos que se establezcan pueden reflejar consideraciones para con la familia, la empresa, la comunidad, la patria y aun toda la sociedad. Imagínese que es usted un escritor independiente y acaba de terminar un largo encargo de redactar un manual de entrenamiento en computadores para una compañía importante. Su inclinación inmediata es buscar otros encargos parecidos en otras compañías grandes, pues eso cumpliría sus objetivos de maximizar sus ingresos y reforzar su cartera de negocios. Pro luego empieza  a pensar en otros objetivos que también son importantes para usted: prestar apoyo a la comunidad, ayudar a los menos afortunados, ampliar su experiencia. Resuelve aceptar una tarea menos bien pagada, que es redactar una carta y un folleto para recaudar fondos para un dispensario para enfermos de SIDA. Aun cuando ha sacrificado algo de ingreso, comprende que, mirando más allá de sus intereses personales, ha tomado una decisión acertada.[11]
    
6.3. Generar soluciones alternativas

En esta etapa el juez o fiscal que va a tomar la decisión tiene que preparar una lista de alternativas u opciones viables y procede a enumerarlas. Ejemplo. Viene para vista fiscal un expediente en el que existe un mandato de detención contra un Comandante PNP a quien el juez especializado penal le ha impuesto 10 años de pena privativa de libertad por la comisión del delito de omisión a la persecución penal. El fiscal provincial acusa por orden del fiscal superior. Termina la instrucción, se dicta la sentencia y se interna al procesado en un Establecimiento Penitenciario. Se corre a vista fiscal superior quien recalifica la conducta como delito de usurpación de funciones. En este caso ¿Cuántas alternativas tiene el fiscal superior? 1. Puede pedir que se confirme la sentencia. 2. Puede pedir que se declare nulo lo actuado y se devuelva a los magistrados de primera instancia para que procedan a su recalificación. 3. Puede pedir que se absuelva al procesado. Entre otras.      

6.4. Evaluar las alternativas

Luego de haber identificado las alternativas para la solución del problema, el juez o fiscal debe proceder a la evaluación de las mismas a fin de poder seleccionar la que mejor convenga a los objetivos del despacho. Uno de los  pasos que se debe tener en cuenta en esta etapa de la toma de decisiones es la comparación de las alternativas. Así, para comparar alternativas que apunten al cumplimiento de los objetivos se utilizan factores cuantitativos y cualitativos.

Los factores cuantitativos se pueden medir en términos numéricos, como la cantidad de expedientes, denuncias e incidentes pendientes, o la aplicación de salidas alternativas en el campo penal y el número de casos donde se ha aplicado la remisión en las fiscalías de familia. También se puede determinar el tiempo que demora la elaboración de una sentencia, en el caso de los jueces o de un dictamen en el caso de los fiscales, así como se puede determinar la producción de cada personal.

Los factores cualitativos o intangibles en cambio, son aquellos que presentan dificultades en su medición numérica, como por ejemplo la calidad de las resoluciones judiciales y fiscales, el riesgo de cambio de personal de menor experiencia, etc.

Uno de los aspectos que no se debe descuidar en esta etapa evaluativa es el análisis de costo beneficio. KOONTZ Y WEIHRICH apuntan que una versión, o variante, más precisa del análisis marginal es el análisis de costo-beneficio. El análisis de costo-beneficio persigue la mejor proporción de beneficios y costos; esto significa, por ejemplo, determinar el medio menos costoso para el cumplimiento de un objetivo o para la obtención de mayor valor dados ciertos gastos.[12]

Por supuesto que no es posible predecir los resultados con toda precisión. Pero, en ocasiones, quienes toman decisiones pueden prepararse en contra de un futuro incierto si consideran las consecuencias potenciales de diversos escenarios. Entonces pueden generar planes de contingencia, esto es, cursos alternativos de acción que se pueden implementar con base en el desarrollo de los acontecimientos.[13]

6.5. Seleccionar la mejor alternativa

En esta etapa es necesario que se ponderen los criterios de decisión para luego escoger la mejor alternativa que nos conduzca a la solución del problema planteado. Aquí se debe hacer un benchmarking[14] de opciones para elegir la mejor o la alternativa más aceptable. Ello implica  comparar y eliminar rápidamente las alternativas u opciones inferiores con mayores desventajas que las otras.      

Bateman y Snell señalan que los conceptos de maximizar, satisfacer y optimizar son importantes en esta etapa. Maximizar es tomar la mejor decisión posible. La decisión de maximización logra las mayores consecuencias positivas posibles y las menores consecuencias negativas. En otras palabras, se maximizan los resultados con el mayor beneficio al menor costo y el mayor rendimiento total esperado. La maximización exige buscar detenidamente una variedad completa de alternativas, cada una se avalúa cuidadosamente, se compara una con otra y luego se elige o se crea la mejor.

Satisfacer es elegir la primera opción que sea mínimamente aceptable o adecuada; la elección parece satisfacer una meta o criterio buscado. Cuando la satisface, usted compara la elección contra su meta, no contra otras opciones. Satisfacer significa una búsqueda de alternativas que se detiene en la primera que resulta adecuada.

Finalmente, optimizar significa que usted alcanzó el mejor equilibrio posible entre distintas metas.[15]

6.6. Implementar la decisión

La alternativa elegida debe ser implementada. En ocasiones, las personas que participan en realizar la elección deben ejecutarla. Otras veces, delegan la responsabilidad de la implementación en otros, como cuando un equipo de alta dirección modifica una política, o los procedimientos de operación, y toca a los gerentes operativos llevar a cabo el cambio. Los que instrumentan la decisión deben comprender la elección y las razones por las que se hizo. También deben comprometerse con su implementación exitosa. Estas necesidades pueden satisfacerse si se logra que tales personas se involucren en las primeras etapas del proceso de toma de decisiones.

Los gerentes deben planear con cuidado la ejecución. La planeación adecuada requiere diversos pasos:

1.      Determinar cómo se verán las cosas cuando la decisión esta funcionando por completo.
2.      Ordenar cronológicamente, quizás con un diagrama de flujo, los pasos necesarios para lograr una decisión totalmente operativa.
3.      Listar los recursos y actividades necesarios para poner cada paso en práctica.
4.      Calcular el tiempo necesario para cada una de las etapas.
5.      Asignar responsabilidades a personas específicas para cada etapa.[16]

6.7. Evaluar la eficacia de la decisión

¿Qué ocurre si la evaluación muestra que el problema persiste? El gerente tiene que examinar qué salió mal. ¿Definió mal el problema? ¿Cometió errores en la evaluación de las alternativas? ¿Eligió la alternativa correcta pero la implantó mal? Las respuestas llevarán de vuelta al gerente a una de las etapas anteriores. Incluso es posible que deba repetir todo el proceso.[17] Es decir, si la decisión parece inadecuada, se regresará al pizarrón. Entonces el proceso se vuelve a la primera etapa: (re) definición del problema. El proceso de toma de decisiones se inicia de nuevo, de preferencia con más información, nuevas sugerencias y un planteamiento que intente eliminar los errores que se cometieron en la primera ocasión.[18]

Cuando la eficacia de la decisión no se refleja en los resultados esperados, hay que tomar otra decisión rápida antes que el problema degenere la situación. Esto quiere decir que en el ejercicio de la función judicial o fiscal los mejores jueces o fiscales pueden cometer errores en la toma de decisiones. Así, las decisiones equivocadas se ven estimuladas con el trabajo bajo presión que en la práctica desarrolla el magistrado. Esto significa que los jueces o fiscales ideales no son inmunes a las decisiones equivocadas, pues por tratarse de seres humanos, son susceptibles de equivocarse. En efecto, al detectarse errores en los resultados de la toma de decisiones, el magistrado deberá replantear desde su inicio todo el proceso de toma de decisiones para lograr una decisión reestructurada, totalmente operativa y sobre todo eficaz.     

7. A MANERA DE CONCLUSIÓN

La toma de decisiones constituye una acción fundamental no sólo en las organizaciones privadas sino también en las organizaciones del sector público. La Administración de Justicia no puede ser la excepción. Así, las etapas de las decisiones apuntan a la búsqueda de la mejor alternativa con el objeto de minimizar riesgos y maximizar resultados. Además, la toma de decisiones debe marchar en paralelo con las políticas públicas.

Sin embargo, como anota Olmeda Gómez[19], debe tenerse muy en cuenta que hay distinciones esenciales entre las decisiones y las políticas y que no todos los problemas de las políticas públicas pueden ser examinados en el lenguaje de la adopción de decisiones, pues como ha señalado SELZNICK:

La adopción de decisiones es una de esas expresiones en boga que bien puede oscurecer más de lo que ilumina. Tiene un aire de significación, de referencia de acontecimientos importantes; y el mero uso de la frase parece sugerir que algo definitivo se ha aislado científicamente. Pero las decisiones están siempre con nosotros, en cada nivel de experiencia, en todo organismo. Las características generales de toda elección social, pueden ser enunciadas convincentemente algún día. Pero será necesario todavía el distinguir entre lo más y lo menos trivial; y si hay algún orden en este fenómeno, para identificar algunas clases de decisiones, vinculándolas a los problemas o situaciones distintivas de las cuales surgen.




[1] Artículo publicado en la Revista Jurídica “Vista Fiscal” Nº 5, Ministerio Público de Lima Norte-Perú, 2009. Modificado el 24 de diciembre de 2013.
[2] JOHN S. HAMMOND, RALPH L. KEENEY Y HOWARD RAIFFA: Decisiones inteligentes. Guía práctica para tomar mejores decisiones. Traducción de Jorge Cárdenas Nannetti. Grupo Editorial Norma. Impreso en Colombia, 2003. pp. 2-3. 
[3] JORDI NIEVA FENOLL: Enjuiciamiento prima facie – Aproximación al elemento psicológico de las decisiones judiciales. Atelier Libros Jurídicos. Barcelona 2007. p. 73.
[4] Ibíd., p. 75.
[5] Ibíd..,  p. 80.
[6] STEPHENS ROBBINS Y MARY COULTER: Administración. Pearson Educación, octava edición. México, 2005. pp. 148-149.
[7] AVINASH K. DIXIT y BARRY J. NALEBUFF: Pensar estratégicamente-Un arma decisiva en los negocios, la política y la vida diaria. Traducción de Ana Varela y Alicia Valls. Antonio Bosch, editor. Barcelona, 1992. Pág. 46-47.
[8]  FERNANDO SAVATER: Política para Amador. Editorial Ariel, Barcelona-España, 2004. p.202.
[9] THOMAS S. BATEMAN Y SCOTT A. SNELL: Administración, una ventaja competitive. Cuarta edición. Mc Graw Hill. México 2003. p.87.
[10] JOHN S. HAMMOND, RALPH L. KEENEY Y HOWARD RAIFFA: Decisiones inteligentes, guía práctica para tomar mejores decissiones. Grupo Editorial Norma. Colombia, 2003. p.22.
[11] JOHN S. HAMMOND, RALPH L. KEENEY Y HOWARD RAIFFA, ibid. pp. 37-38.
[12] KOONTZ Y WEIHRICH: Administración. Una perspectiva global. 12° edición; Hill Interamericana Editores, S.A, México 2004. p. 194
[13] THOMAS S. BATEMAN Y SCOTT A. SNELL: Administración, una ventaja competitiva. Cuarta edición. Mc Graw – Hill. México, 2003. p.88.  
[14] El benchmarking es un proceso de evaluación que permite comparar las decisiones, funciones, habilidades y resultados de un Despacho con otro semejante con el propósito de mejorar el desempeño. Dos juzgados o fiscalías que quieran hacer benchamarking deberán generar confianza en el intercambio de información. No se trata de un trabajo egoísta en donde se niega la información sensible, se trata de formar un equipo de benchmarking que apunte finalmente a la mejora del desempeño de ambos despachos, en donde se compartan datos para la evaluación de indicadores y se extraigan para su aplicación conjunta de las mejores experiencias de cada una.     
[15] THOMAS S. BATEMAN Y SCOTT A. SNELL Op. cit. p. 90
[16] THOMAS S. BATEMAN Y SCOTT A. SNELL Op. cit. p. 91
[17] STEPHENS ROBBINS  Y MARY COULTER Op. cit. p. 138.
[18] THOMAS S. BATEMAN Y SCOTT A. NELL. Op. cit. p. 92
[19] OLMEDA GÓMEZ, J. A., Ciencias de la Administración, Vol. I, Madrid, 1999, UNED, p. 403.

CONFLICTO ETICO – JURÍDICO EN UNA INTERVENCIÓN POR TRÁFICO ILÍCITO DE DROGAS

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